lunes, 31 de enero de 2011

Defensa al prejuicio


 ¿Besarías a este payasito?

En el diccionario de la Real Academia Española se define la palabra prejuicio como “opinión, por lo general desfavorable, acerca de algo que se conoce mal”.  En nuestra sociedad, aunque es de práctica popular, es algo muy criticado y hasta condenado.  Estamos plagados de campañas dirigidas a que las personas se deshagan del prejuicio uniéndolo además al llamado a la tolerancia.  Se nos repite con ejemplos de la “vida real” lo errados que estamos al juzgar tal o cual situación, tal o cual persona; pero…  ¿nuestros prejuicios siempre son equivocados? Como yo lo veo, los prejuicios están muy lejos de ser algo negativo, son más bien un mecanismo de auto defensa que tenemos los seres humanos.

¿Cuántas veces hemos visto a alguna persona que no conocemos, pero que tiene aspecto de peligrosa y, por consiguiente, hemos decidido evitarla a toda costa?  Esto a todas luces es un acto de prejuicio. Sin embargo, ese acto de prejuzgar puede haber sido la diferencia entre la vida y la muerte.  ¿Quién nos dice que estábamos equivocados? ¿Quién nos dice que estuvimos en lo correcto?  Siempre se nos dice que no debemos juzgar a una persona por su apariencia, pero también es muy cierto que la primera impresión es muy importante.  ¿Por qué tengo que darle la mano amistosamente a quien tiene cara de asesino en serie?  ¿Quién me garantiza que no lo sea?  Lo mismo ocurre con ciertos sectores.  Es muy cierto que el bien y el mal duermen en el mismo vecindario, sin embargo no es menos cierto que en algunos vecindarios el mal está descaradamente activo.   Si vas a un lugar y se ve descuidado, abandonado, sucio,  ¿pensarías que estás en un buen lugar lleno de gente decente?  Claro que no, lo más lógico es prejuzgar el lugar y ponernos alerta ante cualquier eventualidad o  mejor aún, tomar la decisión de nunca visitarlo.  Podríamos estar en un error, pero con las cosas como están en la sociedad ¿quién realmente quiere arriesgarse a averiguarlo?

El prejuicio por color de piel, por nacionalidad, por preferencia sexual o por creencias religiosas es un prejuicio estúpido y motivado por el miedo a lo desconocido;  puesto que hay la misma cantidad de maldad dentro de esos grupos que llamamos “diferente” que fuera de ellos.  No obstante, el prejuicio hacia lo que aparenta malo o peligroso no es otra cosa que un sistema de defensa que no deberíamos menospreciar los seres humanos.  Si aprendemos a utilizarlo con conciencia y prudencia nos puede librar de situaciones negativas y hasta salvar nuestra vida.  

domingo, 23 de enero de 2011

Humillación Total

La gente es capaz de hacer cualquier cosa por salir en televisión incluso soportar humillaciones. He visto programas en donde ponen a la gente a pasar una serie de retos que incluyen comer cosas raras, a soportar dolores solo por demostrar que son fuertes, a exponerse a golpes y otras heridas solo por diversión, más que la propia, la de televidentes que seguramente jamás se atreverían a hacer lo que ven. Hasta, las alguna vez celebridades, se están prestando para este tipo de programas. En su caso se entiende, pues es una manera desesperada de llamar la atención que alguna vez tuvieron y que ahora carecen.

Nosotros los puertorriqueños no nos podíamos quedar atrás. En WAPA TV están presentando un programa que se llama Transformación Total y para mí no es otra cosa que Humillación Total. Un grupo de personas sobre peso (gordos) ventilando sus frustraciones en público y para colmo tolerando ser juzgados por los televidentes que posiblemente solo los ven para burlarse de ellos.  No hay duda de que el sobre peso es un problema que está en niveles alarmantes en nuestra sociedad, y que bueno que hay gente que está dispuesta a ayudar a estas personas para cuidar su salud; pero...¿es necesaria la humillación? ¿Realmente tiene este programa el propósito de ayudar o meramente el de entretener a una audiencia morbosa?

Primeramente estas personas tuvieron que pasar por el escrutinio de un jurado que decidía si eran aptos para participar en el programa o no.  Es decir, ser gordo no era el único requisito.  Desde aquí comenzamos a verle la costura al programita... ¿Acaso no era para transformarse el programa? ¿Si no tienes pinta de artista no te mereces la oportunidad de transformarte? Así que muchos gordos que vieron en esto una oportunidad para "mejorar" vieron truncados sus sueños por... GORDOS. Los agraciados una vez pasaban por la aprobación de estos expertos en la belleza física (obvio, ellos jamás han sido gordos) pasan a la parte de llevar al aire el proceso de su transformación. Una vez en el programa todos están en riesgo de eliminación pasando por lo que ellos llaman los amenazados. Aquí mi cerebro, que no se cansa de buscarle la quinta pata al gato, comienza a cuestionarse: ¿Por qué rayos en un programa donde solo buscan beneficiar a las personas hay que eliminarlos? ¿Por qué no los pueden ayudar a todos? Digo, después de todo, ya pasaron por la humillación de exponer sus penas ante un jurado que los escogió para transformarlos. Como si fuera poco el público, mediante voto, elige quién se va y quién se queda. Esto es precisamente la peor parte, la más humillante.

No conformes con exponer a estos gorditos haciendo sus sacrificios para bajar de peso, siendo criticados por el omnipotente jurado de sabios de la salud física, los exponen también a la decisión de un público, que como pasa en todos estos casos, los elegirán solo por simpatía. Los gorditos se están fajando por lograr sus metas o al menos lo aparentan para que entonces sea un grupo de televidentes los que decidirán, que no solo se quedarán gordos, sino que ahora le agregarán un epíteto "GORDO PERDEDOR". ¿No les parece esto humillante?

Me imagino que los participantes del programita deben sentirse felices porque no importa si rebajan o no, si se transforman o no, están saliendo en televisión, que después de todo parece ser lo más importante. Importante para ellos y para el canal que ha encontrado que la dignidad de la gente es mucho más barata de lo que se pensaba y que hay gente que está dispuesta a comprarla. Poco a poco todos nos hacemos clientes de la Humillación Total.

viernes, 21 de enero de 2011

La venganza de los feos


En lo que escribo sobre nuevos temas, les dejo esto de hace un tiempo para aquellos que probablemente no lo hayan leído.

En un mundo comandado por los guapos y lindas ser feo es un pecado.  Todos los días soy testigo de cómo un “feo”(a) es discriminado(a) solo por no cumplir con las normas de belleza establecidas por la sociedad.  A los bendecidos por Adonis y Afrodita se les abren las puertas sin llegar a tocarlas, sin embargo, a los no privilegiados por estas divinidades para que se le abra una puerta tienen que pasar mucho trabajo.

En esta época se han puesto de moda las competencias de talentos.  Gente de todas partes del mundo que compiten demostrando sus talentos en el baile y la canción entre otros.  Las personas que entran en estos concursos son evaluados por jurados especializados y por el público que a través del teléfono pueden votar por su favorito.  Personalmente me gusta ver los concursos de canto.  A veces vale la pena sentarse un ratito a ver el talento de la gente “común” y en ocasiones hasta nos hacen pensar que lo único que tienen que envidiarle a muchos famosos es precisamente eso, la fama y la fortuna, porque el talento es superior.  Sin embargo resulta triste, vergonzoso, molesto cuando alguno de esos participantes ha sido maltratado y objeto de burla por su apariencia física.   Los dioses que representan la belleza suelen ser crueles y todo aquel que no cumpla con su estándar de casi perfección física es víctima del escarnio público; pero parece que en los últimos tiempos otros dioses han decidido tomar cartas en el asunto pues algunos desfavorecidos físicamente han recibido la bendición de Orfeo y su madre Calíope y han dejado a media humanidad con la boca abierta, los corazones saltando y los ojos con lágrimas de emoción.

A través de la página electrónica de videos Youtube he visto algunos participantes de estas competencias.  Hay concursantes de todas las razas, de todos los tamaños; muchos son impresionantes por sus talentos y muchos otros impresionan por atrevidos.  Sin embargo, los más que han llamado mi atención y de millones de usuarios de Youtube son Paul Potts y Susan Boyle.  Ambos rechazados por Afrodita y Adonis, pero con la gracia de Orfeo y Calíope. Cuando Paul Potts, un hombre con presencia humilde y con los dientes fuera de lugar  y definitivamente sin porte de modelo se paró frente al público y dijo que cantaría ópera los jueces y los presentes no pudieron disimular sus caras de incredulidad. Dos años más tarde pasó lo mismo con Susan Boyle. Esta mujer de 47 años y con mucha energía no cumplía con los estándares de belleza de ninguna sociedad por lo que tanto el público como los jueces dejaron escapar sus burlas poco disimuladas. ¡Ah, qué rica es la venganza! Paul Potts y Susan Boyle resultaron ser los hermanos de las musas y cuando sus voces salieron de sus bocas hicieron estremecer a los presentes de tal forma que les llegó el escalofrío a los huesos y no pudieron contener sus lágrimas que parecían ofrendas a la verdadera belleza.

Las voces de estos “feos” han dado la vuelta al mundo, han hecho emocionarse a muchos, han arrancado millones de lágrimas, han demostrado que el talento no tiene nada que ver con el físico, han vengado de una forma u otra a todos los “feos” que han sido burlados y discriminados y que no se les ha permitido demostrar su verdadero valor.  Lamentablemente esto no significa que la humanidad haya aprendido su lección ni que los “feos” dejaran de sufrir por la estupidez humana. Ahora bien, la victoria de estos dos seres privilegiados de la voz sigue siendo una venganza  de todos los “feos”  pues cada vez que alguien con ínfulas de deidad de la hermosura acepta que estuvo equivocado en su juicio y se rinde ante el valor de un talento sin importar la apariencia representa una victoria para los marginados del mundo.

lunes, 17 de enero de 2011

El cumpleaños de Adam y Vanessa

Esto lo escribí hace un tiempo...


Una familia que conozco se preparaba para la celebración del cumpleaños número cinco de sus gemelitos, Adam y Vanessa.  La familia había estado meses en los preparativos de este día tan especial.  No escatimaron en gastos.  Encargaron un “catering” , se les fue una gran suma de dinero en adornos, pues no era de cualquier cosa, Toy Story era el tema de la fiesta.  Además de los adornos los vasos, platos, gorritos, silvatos y otras chucherías llevaban el mismo tema.  Compraron grandes cantidades de golosinas de todos los sabores y colores que dispusieron de forma magistral en vasitos que a su vez servían para adornar la mesa.  Los globos llenaban todo el lugar y un gran cartel de “Feliz Cumpleaños” cruzaba la pared.   La familia, además había alquilado juegos para que todos los niños presentes se la pasaran de pláceme mientras llegaba la hora de cantar el “Happy Birthday to you”.   En fin, toda la casa se había transformado en un lugar mágico, en el paraíso de cualquier niño.

Aún era temprano, pero todo estaba colocado ya en su lugar.  Lo único que estaba faltando era el bizcocho.  ¡Tenían que haber visto que hermoso era!  Tres pisos de bizcocho entre chocolate y vainilla, cubierto por un glaceado blanco,  adornado con Woody y Jessie en el tope y alrededor estaba cubierto de gragea de todos los colores.  Una tentación para cualquiera, niño…y adulto.  La madre lo había preparado desde el día anterior y lo había mantenido oculto dentro de una de esas cajas para bizcocho en su habitación.  Sin embargo, ya era hora de sacarlo, ya tenía que ocupar su lugar en la mesa del cumpleaños pues los invitados no tardarían en llegar.  La madre sabía que si sacaba el bizcocho se arriesgaba a que los niños curiosos le metieran sus deditos para probarlo.  De todas maneras tenía que ponerlo ya en su lugar.  Sacó el bizcocho y ante los ojitos llenos de maravilla de sus gemelitos lo puso en la mesa entre los vasitos con las golosinas, los platitos, las servilletas, los gorritos y los silvatos.  En ese preciso momento llegaron los primeros invitados.  La madre tendría que ir a recibirlos y dejar a los niños unos minutitos desatendidos y no tenía otro remedio porque el padre aún no llegaba del trabajo.  Así que puso su cara más seria sin ser de enojo y le dijo a los niños – Ven este bizcocho? Es el bizcocho del cumpleaños y no lo pueden tocar ni probar hasta que llegue el momento.  Pueden tomar de los dulces que hay a su alrededor, pero de este bizcocho, no.  Entendido?  Los niños asintieron con sus cabecitas y la madre salió a recibir a los recien llegados.

Vanessa fue la primera en acercarse al bizcocho, lo miraba y lo admiraba.  Los ojitos le brillaban como quien está viendo algo hermoso por primera vez.  En su carita se dibujaba una sonrisita, se sentía tan feliz de saber que todo lo que había ese día en la casa era para celebrar sus cinco años de vida; era para ellos, todo era para ellos.  Vanessa recordaba perfectamente que la madre les había prohibido tocar el bizcocho hasta que llegara el momento, pero la curiosidad por saber si sabría tan riquísimo como se veía la estaba matando.  Regresa al otro lado de la mesa donde aún estaba su hermano que, aunque también estaba lleno de emoción, había optado por permanecer lejos del bizcocho.  Vanessa que no aguantaba más le dijo a Adam –¡Yo lo voy a probar! Usaré mi dedito más chiquito para tomar un pedacito del glaceado, tan chiquito que mami no lo verá.  Ven, Adam, pruébalo tú también.  No había terminado de decir esas palabras cuando ya estaba de nueva cuenta al lado del bizcocho.  Adam quería probarlo también, claro que sí, pero no se atrevía pues también recordaba la prohibición de la madre.  Sin embargo, poco le duró el miedo, al ver en su hermana la cara de satisfacción que hacía al probar el glaceado corrió hacia ella y metió también su dedito.  Estaba tan sabroso… les sabía a gloria!

Demasiado sabroso estaba el bizcocho como para conformarse con un poquito pegado de un dedito, así que los niños tomaron un pedacito más cada uno y luego otro pedacito un poco más grande.  El ruido de la puerta los hizo salir del arrebato azucarado y por unos instantes los invadió el terror. ¡Mami! Exlclamaron ambos con mucho miedo en sus ojos.  Vanessa salió corriendo y Adam se quedó junto al bizcocho tratando de tapar su fechoría.
Ya se disponía Adam a emprender la huida cuando se encontró con la madre de frente. -¿Qué hiciste Adam? Preguntó la madre con esa entonación que anticipa problemas graves para cualquier niño.  Adam titubeó, pero al final contestó con los ojos bajos. –Nada, mamita!  La madre conocía muy bien a sus hijos y  un “Nada mamita” con los ojos bajos significaba “Todo mamita”.  Se acercó la madre al bizcocho y no tuvo que hacer una observación exhaustiva del mismo para darse cuenta de que sus sospechas eran ciertas.  Los niños habián probado del bizcocho prohibido.  La madre enfureció, llamó a gritos a Vanessa y una vez los tuvo a ambos de frente los sentenció. –Me han desobedecido le dije que no comieran de ese bizcocho y lo hicieron, por esto serán castigados.  Olvidense de su fiesta, ya  no la tendrán.  Ya no habrá para ustedes juegos ni golosinas ni canción de compleaños. Ah! Y olvidense de los regalos, no dejaré que se los entreguen.  Desde ahora se quedarán en sus cuartos.  Jamás les volveré a preparar una fiesta de cumpleaños.  Dicho esto los niños corrieron llorando a sus habitaciones.  La madre entonces despidió a los invitados que ya habían llegado y llamó al resto para que no se presentaran. No hubo más fiestas en esa casa ni se les permitió a los niños asistir a alguna fiesta nunca más.

domingo, 16 de enero de 2011

Comenzando

Después de mucho tiempo escribiendo cosas en mi computadora me animé a abrir este blog que probablemente nadie lea, pero me servirá para sacar de mi loca mente las cosas que se me ocurren. 

Me gusta escribir sobre cualquier tema política, religión, farándula, temas sociales en general y de vez en cuando del amor...hasta poemas. Todo dependiendo del humor en que esté.

Veamos cómo me ayudan las musas ya que he decidido comenzar con esto. 

Espero que sea del agrado de quien lo lea.