Esto lo escribí hace un tiempo...
Una familia que conozco se preparaba para la celebración del cumpleaños número cinco de sus gemelitos, Adam y Vanessa. La familia había estado meses en los preparativos de este día tan especial. No escatimaron en gastos. Encargaron un “catering” , se les fue una gran suma de dinero en adornos, pues no era de cualquier cosa, Toy Story era el tema de la fiesta. Además de los adornos los vasos, platos, gorritos, silvatos y otras chucherías llevaban el mismo tema. Compraron grandes cantidades de golosinas de todos los sabores y colores que dispusieron de forma magistral en vasitos que a su vez servían para adornar la mesa. Los globos llenaban todo el lugar y un gran cartel de “Feliz Cumpleaños” cruzaba la pared. La familia, además había alquilado juegos para que todos los niños presentes se la pasaran de pláceme mientras llegaba la hora de cantar el “Happy Birthday to you”. En fin, toda la casa se había transformado en un lugar mágico, en el paraíso de cualquier niño.
Aún era temprano, pero todo estaba colocado ya en su lugar. Lo único que estaba faltando era el bizcocho. ¡Tenían que haber visto que hermoso era! Tres pisos de bizcocho entre chocolate y vainilla, cubierto por un glaceado blanco, adornado con Woody y Jessie en el tope y alrededor estaba cubierto de gragea de todos los colores. Una tentación para cualquiera, niño…y adulto. La madre lo había preparado desde el día anterior y lo había mantenido oculto dentro de una de esas cajas para bizcocho en su habitación. Sin embargo, ya era hora de sacarlo, ya tenía que ocupar su lugar en la mesa del cumpleaños pues los invitados no tardarían en llegar. La madre sabía que si sacaba el bizcocho se arriesgaba a que los niños curiosos le metieran sus deditos para probarlo. De todas maneras tenía que ponerlo ya en su lugar. Sacó el bizcocho y ante los ojitos llenos de maravilla de sus gemelitos lo puso en la mesa entre los vasitos con las golosinas, los platitos, las servilletas, los gorritos y los silvatos. En ese preciso momento llegaron los primeros invitados. La madre tendría que ir a recibirlos y dejar a los niños unos minutitos desatendidos y no tenía otro remedio porque el padre aún no llegaba del trabajo. Así que puso su cara más seria sin ser de enojo y le dijo a los niños – Ven este bizcocho? Es el bizcocho del cumpleaños y no lo pueden tocar ni probar hasta que llegue el momento. Pueden tomar de los dulces que hay a su alrededor, pero de este bizcocho, no. Entendido? Los niños asintieron con sus cabecitas y la madre salió a recibir a los recien llegados.
Vanessa fue la primera en acercarse al bizcocho, lo miraba y lo admiraba. Los ojitos le brillaban como quien está viendo algo hermoso por primera vez. En su carita se dibujaba una sonrisita, se sentía tan feliz de saber que todo lo que había ese día en la casa era para celebrar sus cinco años de vida; era para ellos, todo era para ellos. Vanessa recordaba perfectamente que la madre les había prohibido tocar el bizcocho hasta que llegara el momento, pero la curiosidad por saber si sabría tan riquísimo como se veía la estaba matando. Regresa al otro lado de la mesa donde aún estaba su hermano que, aunque también estaba lleno de emoción, había optado por permanecer lejos del bizcocho. Vanessa que no aguantaba más le dijo a Adam –¡Yo lo voy a probar! Usaré mi dedito más chiquito para tomar un pedacito del glaceado, tan chiquito que mami no lo verá. Ven, Adam, pruébalo tú también. No había terminado de decir esas palabras cuando ya estaba de nueva cuenta al lado del bizcocho. Adam quería probarlo también, claro que sí, pero no se atrevía pues también recordaba la prohibición de la madre. Sin embargo, poco le duró el miedo, al ver en su hermana la cara de satisfacción que hacía al probar el glaceado corrió hacia ella y metió también su dedito. Estaba tan sabroso… les sabía a gloria!
Demasiado sabroso estaba el bizcocho como para conformarse con un poquito pegado de un dedito, así que los niños tomaron un pedacito más cada uno y luego otro pedacito un poco más grande. El ruido de la puerta los hizo salir del arrebato azucarado y por unos instantes los invadió el terror. ¡Mami! Exlclamaron ambos con mucho miedo en sus ojos. Vanessa salió corriendo y Adam se quedó junto al bizcocho tratando de tapar su fechoría.
Ya se disponía Adam a emprender la huida cuando se encontró con la madre de frente. -¿Qué hiciste Adam? Preguntó la madre con esa entonación que anticipa problemas graves para cualquier niño. Adam titubeó, pero al final contestó con los ojos bajos. –Nada, mamita! La madre conocía muy bien a sus hijos y un “Nada mamita” con los ojos bajos significaba “Todo mamita”. Se acercó la madre al bizcocho y no tuvo que hacer una observación exhaustiva del mismo para darse cuenta de que sus sospechas eran ciertas. Los niños habián probado del bizcocho prohibido. La madre enfureció, llamó a gritos a Vanessa y una vez los tuvo a ambos de frente los sentenció. –Me han desobedecido le dije que no comieran de ese bizcocho y lo hicieron, por esto serán castigados. Olvidense de su fiesta, ya no la tendrán. Ya no habrá para ustedes juegos ni golosinas ni canción de compleaños. Ah! Y olvidense de los regalos, no dejaré que se los entreguen. Desde ahora se quedarán en sus cuartos. Jamás les volveré a preparar una fiesta de cumpleaños. Dicho esto los niños corrieron llorando a sus habitaciones. La madre entonces despidió a los invitados que ya habían llegado y llamó al resto para que no se presentaran. No hubo más fiestas en esa casa ni se les permitió a los niños asistir a alguna fiesta nunca más.
como se nota que no tienes hijos!!!!! que feo final... porque no hacer ya q tienes tiempo para esto ... un cuento q enseñe y que deje una linda moraleja .. no este cuento de terror. cuando tengas hijos vas a entender de lo q te hablo..
ResponderEliminarMe encantó tu reacción. Porque es precisamente cómo hay que reaccionar ante alguien tan perverso. Alguien que dice "amar" a sus hijos y darle un castigo eterno por algo que hicieron con pura inocencia solo merece desprecio.
EliminarQue final mas triste, pensé que ibas a poner una moraleja. Me recordó la historia de Adán y Eva y la manzana prohibida , muy triste también el final.
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